Parada de frente a la ventana y apenas apoyada sobre una pared de cemento fría que la hace estremecer, Maria deja deslizar hasta sus pies, el vestido plateado, quedando completamente desnuda, y con la mirada perdida en algún lugar de esa larga pared del edificio de al lado. Sabe que su marido no va a llegar hasta la madrugada, e inconscientemente apoya sus dedos gentilmente sobre su clavícula, y los baja por entre sus senos. Pero es un gesto suave, de caricia, mucho más inocente de lo que pensaría cualquier desconocido. Su marido nunca la toco de esa forma, ni siquiera la primera vez que la tuvo entre sus brazos. Asimismo se sorprende cuando se encuentra comparando a su esposo con Niq. No entiende realmente por qué lo hace. Porque además, realmente, ¿que podrían tener esos dos hombres en común? Niq debe ser bueno, y cariñoso…. Decente, seguro. Un héroe. En cambio Gio... Tiritó levemente al pensar su nombre, lo que la hizo volver en si. Se alejo de la ventana y fue en búsqueda de una bata que ponerse. Tenia que hacer la cena, bañarse, perfumarse, y ponerse… (sí, era jueves) el camisón de seda colorado, y si no se apuraba, no haría a tiempo. Gio volvería apestando a alcohol y a habano, hablando de su gran socio, sir charles, y se enojaría y… Y prefería tenerlo contento.Mas tarde, en la cama, mientras Gio apretaba con sus manos ásperas y sucias sus muslos, de una manera tan forzosa y sin permiso, Maria se juro a ella misma que esta vez hablaría con Niq Van Pol, y le pediría que la salve de ese infierno en el que la tenía su esposo. Ese infierno de cuatro paredes, sin salida. Y tal como lo dijo, la mañana siguiente, después de escuchar la ducha, los pasos, el armario, la licuadora, y por fin la puerta, saltó de su cama hacia el vestido plateado que esperaba ansioso en su armario (el vestido plateado, el único vestido que ella había comprado sola, un vestido alejado de cualquier cosa relativa a su esposo). Se puso también unos anteojos de sol bien grandes de marco blanco, y unos tacos aguja que ya casi no le molestaban al caminar. Pensó que la salida se le complicaba porque la puerta delantera estaba custodiada por uno de los compinches de su marido (que se suponía estaba ahí para cuidarla, cuando bien sabia Maria que solo estaba ahí para controlarla) pero salió por la puerta trasera sin ningún problema. Tomo un taxi y se dirigió hacia el hotel, donde sabia se hospedaba Niq, y espero en la puerta, a que llegara o saliera. Podría haber esperado toda la tarde si hubiese sido necesario, tal como lo hizo, pero empezaba a caer la noche y ya no se conservaba tan tranquila como antes.Tenía miedo por Gio. Maria no sabia si, con suerte, su esposo volvería tarde a casa, o si quizás (se le helaba la sangre de solo pensarlo) volvería temprano, mientras Maria esperaba en la puerta del hotel, y Gio la buscaba por toda la casa sin encontrarla, loco de ira. Espero una hora más en la puerta con las manos temblorosas. Creía ver hombres y mujeres mirándola como si fuesen guardaespaldas de su esposo dispuestos a delatarla. Transpiraba sudor frío como nunca antes en su vida. Entonces, completamente desesperada y dispuesta a irse, en un girar de cabeza, le parece ver a alguien que le es familiar. Tranquila Maria. No es nada - se dice por décimo tercera vezY sin embargo de este hombre que fuma un cigarrillo delante del restaurante del hotel no puede despegar la mirada, cuando por detrás, de la nada, ve al héroe de su infancia sentado en una mesa del gran comedor (ahora ya atropellado por los años que se escapaban por entre las ojeras y los kilos de más, y su aspecto tan fatigoso).
Debía ser tardísimo, pero no le importaba. De repente toda la alegría se fundió en su cuerpo. La esperanza, la tranquilidad.
Rápidamente cruzó la calle. Solo necesitaba pasar por delante de la ventana del restaurante y hacerle alguna seña a ese desconocido y familiar Niq van Pol, pero de la nada ve que el hombre del cigarrillo comienza a caminar hacia ella. No. No hacia ella, sino hacia donde ella se dirige. Intenta correr, llegar a la ventana antes, tocarle el vidrio a Niq. Pero no sabe realmente qué es lo que llega o no, a suceder.Mas tarde, en ese cuarto sin luz, cansada de gritar auxilio, trata de recordar. Pero solo esta una viejita a la que no recuerda, con quien se choca, que siente un pinchazo, y que sus piernas empiezan a adormecerse, se le nublan los ojos, y el hombre del cigarrillo que desesperadamente intenta atajarla de su caída, mientras otro de la nada lo detiene abruptamente, y le clava un cuchillo. No. Así no era. Estoy inventando cosas. Tranquila Maria, no es nada. Pero esas palabras ya no la tranquilisan.
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