Y si tengo lo ojos rojos de tanto llorar, eso no es lo que me importa.
Más bien que no haya margaritas en la mesa, y que al salir al jardin se haya ido el sol.
¿Cuantas veces hay que intentarlo todo de nuevo?
Y cuántas ganas tengo de volver una y otra vez,
para que, al final de todo, pierda lo que quiero,
porque no sos parte de lo que soy.
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